BILLY WILDER, EL GRANDE
En estas líneas voy a comentar una película que, aunque parezca mentira, mucha gente no ha visto aún. Me ocurrió hace ya unos meses en casa de mi padre, cuando le propuse que la viéramos en DVD. Estaba entusiasmado… ¡Pensar que a sus 80 años no las había visto! Si alguien no las ha visto, rápido a por ella, y si la vio hace tiempo, a verla igualmente. Yo las he visto unas cuantas veces y no me canso. Guión, interpretación… y hasta la música del gran André Previn. No tienen desperdicio.
“The Fortune Cookies”, el título original en inglés, (¡vaya con las traducciones de los títulos de las películas!) nada tiene que ver con el título que se le dio en español, “En Bandeja de Plata”, un absurdo innecesario, pero propio de la época. Se tratata de la película número veintiuno de la carrera de Wilder como director de cine. El guión fue escrito por Billy Wilder y I.A.L. Diamond, recibió tres nominaciones al Óscar, y ganó uno, el de actor de reparto para W. Matthau. Producido por Wilder, fue estrenado el 19 de octubre de 1966 (EEUU).
En esta película se juntan los tradicionales ingredientes del cine de Wilder, que lo hacen genial e inconfundible: sarcasmo, humor ácido y mordaz, pero también ternura.
Con su ingeniosa moraleja (arremete contra la típica figura del abogado sin escrúpulos), la película es protagonizada por una irrepetible pareja que representan a un cámara de televisión, Harry Hinckle (Lemmon), que recibe un golpetazo en el transcurso de un partido de fútbol americano. Es trasladado al hospital, sin que parezca tener nada grave. Todo hasta que llega el gruñón, avispado y liante Willie Gringich (Matthau), su cuñado, abogado, quien ve rápidamente la posibilidad de estafar a una compañía de seguros, simulando que Hinckle no puede moverse y va a terminar en una silla de ruedas. Matthau nació para interpretar a ese tipo de personajes y a Lemmon le toca otra vez el ingenuo sin personalidad que sigue el juego más por recuperar un amor que nunca tuvo que por el dinero. Pero el único ingenuo de verdad es ‘Boom Boom’ Jackson, el personaje entrañable que está en el polo opuesto.
A todo principiante le convendría echar un vistazo a los guiones escritos por Wilder y Diamond. Agresivos, sarcásticos, sutiles, pulidos, sólidos y creativos: rayan en la perfección.
Obra maestra en la filmografía de Wilder, de estupenda idea original, magistralmente desarrollada en la pantalla. «En bandeja de plata» es al mismo tiempo tanto una gran película ácida y corrosiva, como tierna y dulce. Constituye al mismo tiempo una radiografía, crítica y en letras mayúsculas de miserias humanas como el egoísmo, el afán por el dinero o el uso compulsivo de la mentira. Esta obra profunda y esclarecedora de varios corrompidos valores de la puritana sociedad estadounidense, supuso el nacimiento de uno de los dúos más geniales que haya dado la Historia del Cine: la pareja Lemmon/Matthau, dos actores plenamente complementarios. Aquí, Matthau resulta absolutamente arrollador y con un dominio soberano de un personaje que le viene como anillo al dedo, probablemente el mejor de su carrera, junto al de Walter Burns en «Primera plana», otra obra maestra del propio Wilder, escrita por él mismo y el genial I.A.L. Diamond. Como esta maravilla.
El film suma los géneros de comedia, drama y romance. El realizador divide la cinta en capítulos, que presenta al espectador numerados y con título. El guión está escrito con la maestría y el dominio del medio característicos de Wilder y de su eficaz ayudante Diamond. Los diálogos son chispeantes, los lances de la acción son ingeniosos y la definición de caracteres es adecuada y convincente. El abogado Gingrich es tramposo, ambicioso, cínico, liante y retorcido. Su cuñado Harry se deja llevar por las circunstancias, es manejable y siente remordimientos de conciencia. El film supone el nacimiento de la pareja cómica, de éxito perdurable, formada por Matthau y Lemmon, que dos años más tarde protagoniza «La extraña pareja» (1968) y que años después vuelve a colaborar con Wilder («Primera plana», 1974).
Se parodia la figura del abogado sin escrúpulos, la del pardillo que se deja llevar por indolencia e interés y las ambiciones de opulencia y éxito de la familia americana de clase media. Se critican las miserias que invaden el mundo actual: egoísmo, codicia, hipocresía, doble moral, mentiras, simulaciones y trampas. Se elogia el deporte, el espíritu deportivo, el servicio desinteresado a los demás (Bum-bum es el único personaje honrado del film). Muestra algunos de los elementos iconográficos preferidos de Wilder: coches del último modelo, encendido de cerillas, habanos, etc. Añade citas cinéfilas («Batman», 1966). La obra equilibra con acierto y mesura, humor y amargura, ironía y melancolía, acidez y ternura, en un conjunto que traspira aires típicamente wilderianos. Las magistrales interpretaciones de Matthau y Lemmon desbordan buena química, complementariedad natural y plenitud de estado de gracia. Matthau sufrió durante el rodaje un infarto de miocardio que le obligó a perder mucho peso, cosa que disimula con el uso ocasional de un abrigo.
La música, de André Previn («Irma la dulce», 1963), aporta una excelente partitura original con toques de jazz y un vals emocionante («The Fortune Cookie»), que acompaña el trepidante baile de Harry en silla de ruedas. La fotografía, de Joseph LaShelle («El apartamento», 1960), en B/N y panavisión, subraya el tono agridulce del film, realza la expresión corporal de los actores y aporta comicidad visual (escena del baile en silla de ruedas).